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Publicado en Soy sísmic...
Por Enya
Miércoles, 11 de Setiembre del 2024

Cactus empezó a sonar junto con el viento.

Venía con bloqueo para escribir hacía unos meses y hoy se me pego un sacudón enorme frente a una noticia que vi en las redes.

Mañana se vota en el parlamento uruguayo, el proyecto de ley por el reconocimiento de mamás y papás de niños y niñas que atravesaron una muerte perinatal. 

Hice algunas historias para las redes, para expandir la noticia, ésto es algo que se tiene que saber. En la última que grabé, se levantó un viento muy fuerte que  sonaba como loco y revoleaba todo lo que podía ver del patio a través de la ventana. El tornado que siempre fuiste estaba manifestándose otra vez. Aún sigue allí. 

Te prendí una vela y la puse al lado de tu foto. Hoy paré un poco todo para estar en conexión contigo. 

Nunca te digo palabras. Creo que es porque mi pensamiento va mucho más rápido que mi voz y siempre tengo respuestas a mis pensamientos antes de poder pronunciar siquiera la primera sílaba. 

Nuestra comunicación se da como a la velocidad de la luz. 

Contigo pude experimentar la polaridad y la neutralidad de las emociones al mismo tiempo. Vos me mostraste cómo es posible que un momento sea el más maravilloso de tu vida y al mismo tiempo el más doloroso. 

Contigo pude sentir en mi cuerpo la vida y la muerte. Y después, la muerte haciéndose vida de otra manera. 

Vos me enseñaste que morir es un paso y que muchas cosas de las que hablo y escucho, son simplemente eso, habladurías. 

Me enseñaste a estar callada cuando es inútil hablar y a gritar con furia cuando es necesario liberar mi alma del dolor. 

También me enseñaste que soy tu mamá (y ahora también la de Aino) y no la mamá de otras personas, y que antes que a nadie, es importante que sea capaz de maternarme a mí misma y darme aquello que siempre quise de mi propia mamá. 

Me enseñaste que a nadie le importa si pierdo los estribos alguna vez, o si los conservo para siempre. Me enseñaste que no es tan grave pelearse, discutir y gritarse, que nadie nos puede dañar, porque el Alma no se daña nunca. Que si sentimos que algo nos daña, somos nosotros mismos poniendo nuestra energía en eso que nos daña dentro nuestro. 

Me mostraste que depositar en otros esos dolores, esas incomodidades, no es de valientes, que la valentía está en mirar para adentro aunque esté todo oscuro y sin ver nada, dejar que la vista se acostumbre, poder ver y mirar de frente, con lo que venga, eso que se va poniendo más nítido. 

Me mostraste que nada importa tanto ni es tan grave y eso vino con la consecuencia de que cuando a alguien le importa demasiado algo me altera la paciencia y dejo de ejercitar la comprensión amorosa. 

Mi comprensión amorosa con otras personas, ya no es tan sólida como antes, no al menos cuando mis emociones están vinculadas de forma directa. Me cansé de tener que comprender cosas. Me cansé de muchas cosas que tenía y sólo mostraban un aspecto de mí, pero no la totalidad. 

Ahora estoy más compinche con mi oscuridad. La amo más, la integro mejor. Así que puede que no siempre me se me vea en estado de “levitación flotante” emanando una energía blanca y donde todo es amor y paz. Ahora me preocupo menos por mis caras subtituladas y de o….ete, porque no son contra nadie, son mi oscuridad manifestándose, es mi niñez dolida, mi historia de huellas y marcas que se expresan. Ya no lo oculto, incluso me río de eso.

Vos me enseñaste todo ésto. O mejor dicho, ya lo sabía, pero no lo lograba bajar al cuerpo, integrarlo y hacerlo parte de mí. Con vos pude. Porque viniste como un tornado a traerme toda esa información a nivel ADN y no mental. 

Gracias hijo! Por habilitarme desestancar todo eso en mí. 

Ahora sí puedo ser tu mamá por completo. 

Te amo siempre.

Mami.

Pd.: Tu hermana no para de moverse en la panza.