Recuerdo una infancia en la que amaba crear. Principalmente dibujar, pintar y escribir. Recuerdo que durante un tiempo me apropié de una mesa de vidrio que tenía mi abuela en su cuarto de costura para pintar mientras ella cosía.
La verdad es que, esa arista, no siempre me fue potenciada o estimulada. Incluso a veces, llegaban exigencias al respecto que me hacían perder un poco el sentido del disfrute y goce de la actividad que estaba realizando.
Ya no lo veo con juicios, pero reconozco que en su momento, había cierto dolor al recordar la sensación de pequeñez y cohibición. Es una de las partes de mi historia que sentí el impulso de mirar para recordar las sensaciones, ordenarlas desde mi lugar adulto y, más consciente, despojarme de ellas.
Cuando lo pude ver, inicié un proceso de conectar nuevamente con mis lados expresivos artísticos: pintura, escritura y dibujo. Otro proceso con sus complejidades, porque tuve que dejar afuera poco a poco las ideas de “lindo - feo”, “bueno - malo”, para poder conectar con el placer de vincularme con mi esencia a través de esas actividades tan de mi niñez.
Tuve miedo a los juicios y las opiniones, pero con miedo y todo me permití expresar y compartir. Lo superé! Mi creatividad estaba nuevamente en acción; había despertado un aspecto Yin que se había dormido durante un tiempo largo. Pero faltaba más… Yo no lo sabía. Solía creer que era ese el aspecto “Eureka” con el que tenía que trabajar y trascender, pero no, siempre hay más.
Mi “más” fue paulatino. Mi proceso fue, desde ese entonces, un despertar continuo de mi energía Yin, mi energía creativa, a veces a pasos lentos, pausados. Otras, con movimientos tan veloces e intensos que, un poco asustaban.
Alguien me habló de chakras y yo me puse, curiosa como siempre, a investigar en profundidad. Empecé a observar la energía de mi útero, centro creativo por excelencia. Empecé a observar su historia, que es la mía, sus formas de expresarse, que es la mía, sus síntomas, que son los míos… Pero también de otras mujeres. Me di permiso para hacer una pausa y visualizarlo, imaginarlo, y al hacerlo, descubrir cómo me sentía.
Me encontré con una sensación de melancolía, angustia y rechazo, pero no sabía de dónde venía. Ésta observación llevó mucho tiempo, mucho ejercicio; fue un cambio en mi forma de entenderme. Incorporé en mi vida, el hecho de prestarle atención a mi cuerpo, a sus manifestaciones, principalmente a mi útero.
Observé todos los mensajes que había recibido durante mi infancia y adolescencia sobre menstruación, genitalidad masculina y femenina, sexualidad, sexo, entre otras cosas. Me observé cómo había sido mi sexualidad durante toda mi vida, en mi infancia, en mi adolescencia y en mi entonces, ya jóven adultez. Presté específica atención a mi forma de vincularme, principalmente con parejas, pero sin dejar de lado otras formas de vínculo.
Descubrí cosas, cosas que no me gustó tanto ver pero que se llenaron de luz y me llenaron de luz. Había dado otro paso más. Ahora sí, me sentía en mi súper “Eureka”.
Pasaron algo así como 13 años de todo éste proceso de curvas y giros constantes hasta que, realizando mi maestría en Reiki, nuevamente la energía de mi útero pedía a gritos que la viera para darle lugar una vez más. Ésta vez fue a través de una visualización / visión en la que se manifestó la energía de una ancestra.. Recuerdo que mi siguiente mesntruación ya no dolió nada, nada en absoluto, de hecho ni siquiera sentí llegar mi menstruación ese mes hasta que vi la sangre. Sentí que algo se había acomodado con esa visión. Pero… siempre hay más…
Un mes después, tuve la bendición de recibir a Tahiel que se gestó dentro de mi útero y que decidió o tenía como plan, o ambas, imposible saberlo, trascender nuevamente a otros planos sutiles a los 7 meses de vida intrauterina. Las sensaciones que tuve me las guardo para mí, pero sí puedo decir todo lo que integré a partir de esa vivencia. Mi útero nuevamente, pedía a gritos ser atendido, escuchado, visto. Yo estaba desconcertada, porque… ¿cuándo se terminaba ésto de profundizar en mí útero? ¿Por qué el Universo me exponía a un evento de tal magnitud si yo estaba súper abierta a observarme? Miles de preguntas me hice…
Cuando me di el tiempo suficiente para llorar, enojarme y desarmarme, inicié el camino de "rearme" con terapia. La energía de más ancestros se presentaron y mientras tanto, fui decidiendo (casi como si fuera empujada, algo a lo que no le puse mucha energía lógica y mental más que la necesaria para organizarme) recibir el Rito del Útero, iniciar mi formación como Guardiana de Círculos Sagrados y terapia menstrual, entre otras cosas que fui articulando.
Éste camino de formación, fue también de sanación. Sólo que por primera vez, ya no había “Eurekas” definitivos en mi mente, sino que sabía que era un “Eureka” más que se sumaba a mi camino. Se despertó en mí algo más, un estado de presencia que no puedo explicar y del que, no voy a mentir, a veces me siento distante. Ésta formación implicó no sólo teoría, sino también prácticas, explorar en mí ciertas medicinas, desde el agua lunar, hasta la creación de un collar de ancestras. Con más fuerza aún, sentía el impulso casi obligatorio a acompañar a otras mujeres a recordar, reconectar y volver a sentir la potencia de su ser creadora y del poder alquímico que yace en sus úteros y corazón.
Entendí que la sanación es un camino, un proceso de muchos Eurekas y luces que se van encendiendo una tras otra y se van uniendo para mirar con más claridad, la oscuridad que también está allí. Entendí que no hay caminos acabados.
Ya me sabía cíclica, pero ésta vez, era capaz de verlo en mi día a día. Podía entenderme más en profundidad en mis fases, mis estados y en cuanto a mi cuerpo físico durante mi ciclo. Podría reconocer mis memorias biológicas que me recordaban la presencia de Tahi en mi cuerpo. Podía muchas cosas que antes no… Tal vez no las hubiese elegido nunca si hoy pudiese abrazar a mi hijo, pero tal vez nunca hubiese encontrado éstos saberes si no fuera porque nuestros abrazos son cósmicos.
No volví a tener dolores menstruales y mi útero permaneció relajado hasta que allí se instaló Ainoha, dos años después, y que ahora duerme una siesta en el cuarto de al lado.
No hay verdades, tal vez ni siquiera certezas más que las que cada una ya tiene y Es dentro de sí misma, lo sepa o no. Cada una de nosotras tenemos nuestras propias llaves abre portales y a veces las podemos perder, pero al final, siempre las encontramos y logramos abrir los portales que nos permiten ver con un poco más de claridad.
Un día me reconocí a mí misma como portal. Un día decidí abrir con más firmeza ese portal. Mi útero no sólo fue portal de las dos almas hermosas que son mis hijos, sino que además fue y es portal de mi propio universo, eso que ya Soy y que día tras día voy recordando. Volver a casa le llaman algunos.