Cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios.

Publicado en Soy sísmic...
Por Enya
Martes, 9 de Abril del 2024

Un encuentro con mi niña

Caja con fotos. Llena de polvo. Saco ese polvo para poder mirar otros tiempos con más amor. Pronto, ya es posible empezar a revolver la caja.

Justamente en estos días, estoy siendo parte de una investigación que implica el estudio de las imágenes. El ángulo de las fotos personales, la direccionalidad y otras cosas que se toman en cuenta para este tipo de estudios, probablemente sean mera coincidencia. Sin embargo, no creo ni un poquito en las casualidades, así que podría decir que en este caso, se trata de coincidencias sincrónicas.

Me encontré con fotos de mi primera infancia, de mi niñez, de mi adolescencia, de mi adultez temprana. Siempre amé las fotos, las formato papel fotográfico, las que podés tocar mientras mirás y hasta oler. Hay fotos con las mascotas de mis abuelos, con mis juguetes, con amigos, en la escuela, con la familia. Las hay en las que muestro un tipo de acción puntual, en las que simplemente no hago nada, las hay con caras felices, aburridas y otras en las que los músculos de mi rostro se combinan en movimientos tan desorbitantes, que jamás pensé que podría suceder.

En ellas, me encontré con mi “vale madre”, mi aversión, mi vanidad, mis miedos y timidez, mi sincronía numérica, mi amor por el mar, mi desorden ambiental, mi naturalidad, mi mirada de duda, mi pereza, mi amor y curiosidad por la vida, mi lado artístico. Y empezó el diálogo:

– Dejáte de hostias! Le tenés demasiado miedo a la exposición, al ridículo y eso hace que te pierdas de la alegría misma.

-Estoy más relajada, pero reconozco que aún me falta – me justifico.

-La vergüenza no existe, y el miedo solo se transmuta si es abrazado y mirado frente a frente. Además, siempre hay alguien que te acompaña en ese andar.

-No hay nada que no puedas alcanzar cuando la intención es pura. La pureza la llevas  para siempre, aunque a veces se te olvide.

-Vos me recordás que la tengo, que soy eso.

-Y vos me recordás a mi mamá, tiene más o menos tu edad. ¡Es tan linda! ¿Cómo está nuestra mamá?

-Mamá sigue hermosa como la ves, solo que la que me parece que se olvidó un poco de eso, fue ella. Creció mucho durante este tiempo, atravesó alegrías y dolores que la marcaron profundamente. Eso la cambió. Ya no es igual a la tuya, pero se está re descubriendo también, porque creo que se fue postergando para entregarse a nosotros, a nosotras, papá, Santi…

-¿Quién es Santi?

-Nuestro hermano.

-¡Vamos a tener un hermano!

-Sí, y nos va a cambiar la existencia.

-¿Me mostrás alguna foto tuya? ¡Bah! Mía… Bueno, vos me entendés…

-Claro.

-¿Cuándo fue que aprendiste a enmascararte? Digo, te queda muy bien, la sonrisa, todo… pero no sos del todo vos.

-Una vez me prometí que nunca iba a ser una mujer adulta aburrida, únicamente centrada en el trabajo y en cosas puramente mundanas. Siempre me iba a divertir, mi felicidad se iba a notar. Creo que me hice trampa, y me terminé comiendo un personaje. No lo vivo de manera constante, pero por momentos, me pierdo, me oculto. Por eso no me gusta posar para las fotos, prefiero las espontáneas, esas en que no me doy cuenta que alguien la está tomando.

-A mí sí me gustan las fotos, porque siempre soy la misma.

-Y te admiro por eso.

-¿Viste que te decía que la sonrisa te queda muy bien, pero no sos del todo vos?

-Sí.

-Bueno, además creo que ya es hora de empezar a tomar las riendas de tu propia vida ¿no? Eso es liberador.

-¿Cómo es eso?

-¡Siempre hay que explicarte todo! ¡Eso! Que ya es momento de que dejes de preocuparte y pensar que puede pasar con el entorno antes de tomar una decisión personal. Es tiempo de que sostengas vos misma todos tus logros y fracasos hasta el momento, que dejes ir el backup constante y que hagas saber que tu palabra cuenta. A mí no me dejan opinar mucho, pero me acuerdo que cuando papá cambió el auto, me preguntó qué pensaba de eso. Lo iba a cambiar igual, le dijera que me gustaba la idea o no, de hecho no me gustaba mucho esa idea porque amaba el autito blanco, pero en fin, el punto es que me preguntó, y me sentí completamente considerada, así que no me importó si lo cambiaba o no. ¿Entendés el punto?

-Creo que sí. Entonces…

-Entonces te voy dejando, así… con este pensamiento en la vuelta.

-Con todos los pensamientos que me dejaste.

-Sí, con todos ellos.

-Estamos en contacto entonces, ¿verdad?

-Sí, claro. Te amo pequeña.

-Y yo a tí.