Vengo dándole vueltas a la cuestión del estado de presencia plena. Vengo sintiendo el llamado a hacerlo, ya casi sin opción. Una presencia que implica entrega total al proceso, un proceso que muchas veces veo y otras lo retiro de mi campo mental para volver a estar en presencia plena.
Siento toda mi energía dirigida a mi sacro, como si mi única tarea en el momento fuera simplemente sentir ésto. Sentir el crecimiento de su cuerpecito dentro mío, sentir su extremadamente sutil movimiento y proliferación celular. Nada más que hacer, sólo eso. Es lo único que ahora se me pide.
Soy tan obstinada que a veces no me lo permito, pretendo seguir con mi vida igual que antes y… ya se que es imposible. Llevo conmigo dos corazones y se gesta un humano en mí. Vuelvo a ser portal para un alma que eligió mi canal y tengo la mezcla de sensaciones de preguntas que no tienen formulación gramatical real.
Tengo la absoluta confianza que mi pequeñez cósmica no tiene ninguna forma de control en ésto. Me excede.. No lo dirijo. Sólo se me llama a entregarme plenamente a ésta tarea de acompañar al alma que está empezando a experimentar de a poco la materialidad dentro de mi útero.
Lo simple y lo complicado se unen en mi pensar y me repito una y otra vez que no tengo que hacer nada más que sentir el amor que está vibrando. Me repito que lo complicado es una idea propia, que es lo complejo en donde está la magia de todo el meollo que viene moviéndose hace 2, 4, 36 y más años. Eones quizás.
Reconozco en todo lo que me convertí desde mi gestación anterior, cómo me fui gestando a mí misma en ser una mejor gaiana. Y al mismo tiempo espero que vos no te arrepientas. Yo se que no lo hago.
Venite! Qué la tierra está de más… bailemos, cantemos, juguemos, estemos en el pasto… Venite! Yo te espero por acá…